Nochebuena
En el calendario, colgado en la pared, Sofía ha tachado el día en que vive: 24 de diciembre de 1919. Ella y su marido Antonio, sentados a la mesa del comedor, comen pavo con papas doradas y ensalada.
Antonio bebe un trago de vino y agarra con la mano un trutro de pavo; ella se unta apenas los labios con el vino y corta el pavo cuidadosamente. Se escucha el ruido de sus bocas al mascar.
Sofía agita una pequeña campanita de plata, y al momento aparece una mujer baja y morena que lleva un delantal a cuadros.
—Isolina, ya puede irse a la misa de medianoche.
Antonio eructa y se sirve otra copa.
—Tú debes irte a acostar pronto, el crío despierta temprano.
A poco rato, Sofía se levanta de la mesa, besa a su marido en la frente y hace un ademán con la mano para que él la siga. Antonio la ignora.
En el dormitorio, Sofía se pone el camisón, se desanuda el cabello y se mete entre las sábanas almidonadas. Al lado de su cama, en una cuna, duerme su hijo con sus manitas empuñadas sobre la almohada. Ella se queda mirándolo y esperando a su marido. Al final la espera se transforma en aburrimiento y se duerme.
De amanecida, en el comedor, Antonio se levanta de la mesa y se dirige al fondo de la casa. De un puntapié abre la puerta de la pieza de la Isolina. La mujer sabe a lo que viene el patrón y sopla la vela de inmediato.
El ruido del puntapié despierta a Sofía, que, irguiéndose en la cama, remece con fuerza la cuna para que los llantos del bebé acallen los quejidos de los amantes…
Buenísimo. Me gusta como desde el principio marcas la diferencia de las personalidades por la forma de comer.
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Me. Encanto el final in Esperanto.
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